Noches blancas
Antes, la noche era mi hora de paz y de sosiego.
Antes de reencontrarte y evocar aquella primera vez que nos cruzamos, cuando éramos tan jóvenes los dos y yo me dije:
"¡Qué hombre tan guapo!"
Antes de recuperar aquel placer que siempre me generaba el sonido de tu voz y de imaginarte hablándome a mí sola.
Antes, me refugiaba en el calor del lecho y me sentía aliviada, casi dichosa.
El sueño me rodeaba y protegía, como los brazos de un amante gentil y afectuoso. Cerraba los ojos, dejaba escapar un suspiro y me podía hundir en la nada, en un silencio absoluto y sin nostalgias, sin recuerdos ni remordimientos.
Me costaba despertarme, regresar a un mundo real donde todo era gris, monótono, demasiado previsible e inevitable.
Ahora, todo eso se ha perdido.
Me sumerjo entre sábanas y cobertores y el sueño huye, dejándome indefensa, helada y llena de incertidumbres.
Doy vueltas y más vueltas, como en la vieja calesita de mi infancia.
Los números luminosos del radio reloj me cuentan cómo van pasando las horas, cómo se fuga la noche blanca que me acompaña desde que volvimos a encontrarnos.
Con las primeras luces del alba, caigo vencida por un sueño perseguido de imágenes agitadas. Y al despertarme, me pregunto si volveré a verte de nuevo para sentirme feliz.
Colaboración de María Eva Prestes
Argentina
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