En la banca del parquecito
Plácido;
el viento juguetea con los árboles,
se acurruca entre los dos
y el manto celestial
acaricia la copa del bosque
que se mece al compás
de la charla, las palabras
que retozan en sus ramas
se toman de la mano
intercambian la sonrisa
se funden en un beso
que alborota todo el bosque.
Te miro con ternura
devuelves con dulzura,
tus mejillas se sonrojan
te recuestas en mi pecho
y a tu oído levemente
susurro un te amo;
tu rostro brilla,
destellan tus pupilas.
Es un brillo inigualable
como el destello del ocaso
al final de una tarde de noviembre;
una risa al horizonte
vestida de dorado
con encajes que los rayos
el celaje le regala,
como un saludo hacía la noche
de aquella tarde,
aquella tarde de noviembre.
Mi cuerpo se electriza
entre las palmas de tus manos
y siento lo profundo
indescriptible de tu amor.
El bosque queda extático
los pichones enmudecen
bajo el manto celestial,
mis labios se desbordan
enjuagados por los tuyos
en un beso, que devuelves
con dulzura.
Colaboración de Ernesto De Gerona
Guatemala
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